En música, lo que se tiene de los grandes maestros son sus notas en un papel. Alguien tiene que tomar esas notas y tocarlas en un instrumento. A eso se le conoce como una “interpretación musical” y un música “interpreta” una melodía. Esto es, no es una mera repetición de la notas, sino que es una interiorización de la obra que permite al ejecutante darle un sentido en un momento dado. Un conocedor de la música, audiófilo, buscará siempre entre varias interpretaciones de una obra, para seleccionar la que es de su agrado.
Esto implica algo importante: una obra tiene dos partes medulares, que son la obra misma y su interpretación. La primera la pone el compositor, la segunda la pone el intérprete. Y llamémoslo así, porque esto aplica no solo a la música. Veamos.
Cuando me pongo el sombrero de cuentero, debo tomar la obra escrita en papel (el cuento) y dar mi interpretación del mismo. Mucha gente cree que ser cuentacuentos es simplemente aprenderse un cuento de memoria y recitarlo. Nada más lejano a la realidad: el texto no es solo un grupo de palabras en secuencia, tiene vida, tiene una serie de inflexiones, de realidades y de momentos, y cada uno de esos debe sonsacarse de las palabras para que puedan ser representados. Una pausa más larga, el bajar la voz, el causar tensión mirando a los ojos de la audiencia antes de revelar el clímax… La interpretación del cuentacuentos debe mover al espectador, hacerle sencillo digerir el cuento, hacerle entender con la ayuda de guiños los secretos escondido en las palabras. El mismo cuento puede ser muy placentero escucharlo a un cuentacuentos y muy aburrido escucharlo a otro. Y no es el cuento el culpable.
En literatura, el intérprete del relato es muchas veces el lector mismo. El consumo de la trama puede necesitar una participación activa del lector. Muchos lectores necesitarán que les expliquen el texto, o no lograrán entender. Muchas veces los subtextos pasan inadvertidos y el lector consume la superficialidad del relato, sin lograr una interpretación que le valga el gusto a la obra. Las palabras, como las notas, son las mismas, pero la interpretación es muy diferente.
En otras palabras, el acto mismo de leer es un arte, un arte interpretativo, y por ende debe practicarse mucho.
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